La tercera guerra carlista


En septiembre de 1868 se desarrolla La Revolución de 1868, llamada la Gloriosa o Revolución de Septiembre, que supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II. Ello fue posible por una sublevación militar con elementos civiles que generaría el primer intento de establecer un régimen político democrático, en forma de monarquía parlamentaria, con el reinado de Amadeo I de Saboya

De manera instantánea agentes del absolutismo, extendiéndose por diferentes puntos, hacían propaganda activa de sus ideas, utilizando a los antiguos partidarios carlistas para levantar núcleos de resistencia y provocar un alzamiento general. En la provincia de Cuenca, en la primavera de 1968 se registraron disturbios en Huete, cuando algunos grupos de paisanos con boinas dieron gritos subversivos y obligó a que la guardia civil tomaran algunas disposiciones preventivas (1). Al final la insurrección no progresó en el país, aunque puso de manifiesto que el carlismo contaba con valiosos elementos.

Muchos moderados contrarios al nuevo monarca, vieron en Carlos de Borbón y Austria-Este, nieto de Carlos V, como una alternativa a la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de culto y la educación laica y racionalista, que impusieron los revolucionarios y preocupaba a los católicos. Buena parte de estos conservadores se pasaron al bando carlista, que se convirtió en 1871 en la tercera fuerza más votada en el parlamento. Sin embargo, el triunfo liberal demostró que la vía democrática no era suficiente, y solo un nuevo alzamiento armado haría recalar a Don Carlos en el trono con un régimen tradicionalista, católico y antiliberal.

Las elecciones de abril de 1872 dieron a los carlistas una oportunidad para rebelarse. El partido de don Carlos había perdido trece escaños en las elecciones en medio de acusaciones de fraude. La indignación de los tradicionalistas fue máxima. El golpe estaba ya preparado, primero se levantarían a favor de Carlos las guarniciones de ciudades catalanas y de Pamplona, para después rebelarse Bilbao. Por último, una insurrección general en Cataluña, en Navarra y en las Provincias Vascongadas daría comienzo a las operaciones militares. El día elegido para comenzar el proceso fue el 21 de abril, una vez que don Carlos hubo logrado convencer a los gobiernos europeos conservadores de la necesidad de la guerra contra una España liberal. Por orden de Don Carlos, el levantamiento se haría al grito de «¡Abajo el extranjero! ¡Viva España!»

En la provincia de Cuenca el primer acto conocido aparece a mediados de mayo, cuando varios grupos iniciaron abiertamente la rebelión; Valdeganga, Tragacete y Las Pedroñeras fueron los pueblos que donde hicieron sus primeras armas, capitaneados por jefes de escasa significación (2). En Mira no hay documentado ningún hecho durante el primer año de conflicto. 

1873
A principios de 1873, Amadeo I de Saboya abdicaba y en el mismo día un importante número de federales madrileños se agolparon en las calles pidiendo la proclamación de la república. Al día siguiente, 11 de febrero, el Congreso y el Senado, constituidos en Asamblea Nacional, proclamaron la República por 258 votos contra 32. Todo esto fue aprovechado por los Carlistas para dar incremento a la guerra, allí donde lo había, y promoverlas nuevamente donde se había extinguido.

Por esas mismas fechas, en la provincia de Cuenca entró el comandante general carlista Isidoro del castillo, al frente de 200 rebeldes, con el objetivo de publicar varias alocuciones y obtener un nutrido alzamiento excitando a los paisanos. Por su interés, comparto la más apasionada de las cuales, como ejemplo de la propaganda ejercida por los carlistas en la provincia.

<<Conquenses: Ha sonado la hora; está dada la señal del combate. El italiano huyó despavorido, desengañado de la farsa liberalesta: las hordas revolucionarias rugen y piden sangre; aprestémonos a la pelea; organicemos batallones y salvemos la patria que parece. = ¿Qué es lo que esperamos cuando la sociedad se derrumba, y nos amenaza el caos y se acercan las aguas del diluvio? ¿Qué hacemos cuando se insulta a Dios, se niega su existencia y se ataca a la familia, y la demagogia afila el puñal, y la anarquía prepara la tea y el petróleo y vemos en muchas provincias asesinatos, robos, incendios, la parodia, en una palabra, de la Commune de Paris? La respuesta es correr a las armas, volar allí donde pelean los soldados de la legitimidad. = Conquenses> ¿A las armas! Hierva la sangre, y el que tenga corazón de hielo y en su pecho no arda el fuego del entusiasmo, huya a ocultar su vergüenza como cobarde mujercilla. Pero no, porque corre por vuestras venas la sangre de los Garci-Álvarez, Albornoz, Mendoza, Alarcón, Carrillo, Iranzo, Acuña, pozo-Bueno, Cereceda, y sabréis repetir las proezas de aquellos héroes que se sacrifican en aras del patriotismo. = Así lo espera de vosotros, ilustres conquenses vuestro comandante general. = ¡A las armas los esforzados hijos de la provincia de Cuenca! = ¡Dad ensanche a vuestro entusiasmo, estalle vuestra impaciencia por tanto tiempo comprimida, ármese de valor vuestro brazo y de arrojo vuestro corazón; corramos y arrojemos de esta noble Patria a todos esos déspotas que solo nos han traído miseria, corrupción y llanto! ¡A las armas, veteranos de la guerra civil, vencedores de Albalate, Reíllo y Carboneras! ¡A las armas los descendientes de los defensores de Cañete, Beteta y otros fuertes, al pie de cuyos muros se estrelló la pujanza del ejercito usurpador! = = ¡A las armas todos, voluntarios carlistas! ¡Guerra y guerra sin tregua al liberalismo! Alcense el anciano, el sacerdote, el letrado y el joven viril. Sacerdote del Altísimo, al campo del honor a encender con tu palabra el fuego del sacro patriotismo, y a bendecir nuestras banderas para defender las aras de nuestro Dios y las tumbas de nuestros mayores. = Anciano venerable, si tus manos convulsas no pueden mantener un fusil, marcha al templo y pide al Dios de las batallas que arme de fortaleza el brazo de tus hijos y nietos. Pobre y humilde artesano, honrado y pacífico labrador, ¡a las armas! Cambiad la herramienta y la esteva por el fusil, y a pelear contra los que os han arrebatado el patrimonio y el pan de vuestros hijos para consumirlo en orgias y opíparos banquetes. = Ricos propietarios, despertad, sacudid ese indiferentismo, esa criminal apatía; ya veis que los liquidadores han dado comienzo a su obra de destrucción, y han principiado sus ensayos ensañándose cual caribes con sus semejantes; decidíos aun cuando no sea nada más que por vuestros propios intereses. Laboriosos industriales, ¡a las armas! que la Patria está en peligro. ¿No veis el comercio arruinado, la industria paralizada, abandonada la agricultura, esquilmados los contribuyentes, vendida la honra de España, y la inminente pérdida de las Antillas? Pues si os aguijonea el patriotismo y hay sangre en vuestras venas o indignación en vuestros pechos, ¡A las armas! Madres, doncellas y esposas, la revolución os ha insultado, os ha llamado barraganas. Armaos del valor de las Cariátides y Porcias, y decid a vuestros esposos, padres y hermanos: id por nuestra honra y la de vuestros hijos; lavad esa afrenta; no volváis sino cubiertos de laureles y de honrosas cicatrices, y entonces nuestros brazos y nuestros corazones serán el trono donde descansareis de vuestras fatigas y penalidades. = Y vosotros también, ribereños del Tajo y del Jarama, los que un día empeñasteis vuestra palabra prometiendo defender la santa causa ya veis que ha llegado la hora ¡a las armas! En el campo de Marte os espera un veterano de la guerra civil que prefirió vivir en la emigración y en el ostracismo antes que manchar su honra transigiendo con el convenio de Vergara y después con los impíos gobiernos liberales. Venid, que éste os conducirá al combate. ¡A las armas, voluntarios! El que pueda tomar el fusil que lo tome el que no tenga ánimos para manejarlo, que lo adquiera para los que se sientan con decisión y arrojo. = ¡Voluntarios carlistas! Estamos en la hora suprema, en el fin del fin. Dos caminos hay: el de vivir con ignominia, con afrenta, ó el del honor, que es el que siguen los valientes para defender la enhiesta bandera de Dios, Patria y Rey. Elegid = ¡Carlistas! ¡Viva la religión! ¡Viva la integridad nacional española! ¡Viva Carlos VII! ¡Abajo el liberalismo! = Vuestro Comandante general, Isidoro del Castillo." (3) 

En el mes de agosto el carlista Santés entra en Chelva, haciendo de ella el centro militar carlista de la zona, como ya ocurrió en la Primera Guerra Carlista, y teniendo un fuerte impacto sobre la provincia de Cuenca, al ser continuamente teatro de sus correrías para buscar víveres, quintos, contribuciones etc.

A principios de septiembre, Santés desde Utiel y al frente de 1500 hombres, se diseminaron en grupos por los pueblos de Mira, Landete, Moya e inmediatos, en los que reclutó gente y reunió crecidas sumas de los ayuntamientos y principales contribuyentes. Al mes siguiente, en octubre, nuevamente Santés llevó a cabo una expedición por la provincia que le llevará a sorprender y ocupar la ciudad de Cuenca hasta el día 17 de octubre, momento que saldrá de la ciudad con un considerable botín. En su itinerario para volver a Chelva, pasaría por Fuentes, Carboneras, Cardenete, Víllora y Mira haciendo requisa de armas, caballos y cobrando la contribución de todas las citadas localidades (4).

1874
El año de 1874 fue el que decidió el curso de la guerra. El gobierno republicano estaba sumido en el caos, pero el golpe de Estado del general Pavía permitió a Serrano asumir de forma dictatorial el mando de la república. Esto hizo que los gubernamentales organizaran el ejército, pudiendo apaciguar a los cantonalistas insurrectos, hecho que permitió centrar sus tropas en la lucha contra los carlistas. A pesar de ello, don Carlos se creía superior, por lo que ordenó en febrero tomar Bilbao. El sitio de Bilbao, último que sufriría la ciudad de manos carlistas, se saldó con una importante victoria republicana.

En la zona del centro Santés siguió internándose incesantemente por la provincia de Cuenca desde su desde su cuartel general de Chelva, hasta que entre el 9 y el 10 de marzo de 1874, se produce un importante enfrentamiento en los términos de los pueblos de Villargordo del Cabriel y Minglanilla, contra las fuerzas gubernamentales del brigadier Emilio Calleja Isasi. Los carlistas pierden y a consecuencia surge un fuerte enfrentamiento entre los jefes carlistas Pascual Cucala y José Santés, que unida a la negativa de este último a una orden de Don Carlos y a la desconfianza por una posible malversación de fondos, terminó destituido por Manuel Monet y exiliado a Francia (5). 

A mediados de junio apareció un viejo carlista conocido, el mireño Crisanto, que ya participó en la guerra de los siete años. Según la prensa de época, pasó ocho años en el presidio de Ceuta y salió de Valencia a consecuencia de un canje (6). Inmediatamente después de su libertad, se convirtió en el comandante de armas de Mira, que por lo general conllevaba estar al frente de una pequeña partida de 15 o 20 hombres, para dominar un municipio o un pequeño territorio. Su presencia servía también de espionaje y para ayudar a los carlistas a atravesar el territorio que controlaba sin tropezar con el enemigo. Su captura no era fácil, pues a la aproximación de una columna liberal desaparecía con la partida entre los escabrosos montes y espesos pinares, para volver a entrar en el momento que el enemigo se ausentaba. También a diferencia de la primera guerra, donde hay documentado la existencia de una milicia urbana en Mira, durante la tercera no tenemos constancia de su existencia.

Crisanto en sus primeros días envió comisionados a los pueblos del partido de Requena para llevarse los quintos, imponiendo pena de muerte a los que incumplieran las órdenes. Posteriormente crearía numerosos conflictos; en Julio entró en Monteagudo, llevándose caballos y apresando al alcalde como rehén (7), en octubre se apoderó de una gran cantidad de cereales de la Fuente del buitre y de La Cañada de Mira, esta última de propiedad del comandante del batallón de voluntarios de utiel, Francisco Pardo y Gómez (8) y en noviembre la facción de Villalain se presentó en Camporrobles, en busca del comandante de Mira para fusilarlo a él y a cuantos cogiesen de su partida, desconociendo los motivos.

Mientras Crisanto hacia sus correrías, en el mes de Julio se produjo la toma de Cuenca por las tropas carlistas lideradas por Alfonso Carlos de Borbón, hermano del pretendiente Carlos VII. El día 13 de julio el ejército carlista estaba ante la ciudad del Júcar. El bombardeo empezó al día siguiente. Muchos vecinos afines a la causa carlista huyeron y se incorporaron al ejército sitiador. El 14 de julio los carlistas decidieron un ataque general, la defensa era difícil para los republicanos, pero Madrid había prometido refuerzos. Sin embargo, el día 15, tras un bombardeo general, se abrió una brecha en la defensa. La ciudad fue cayendo poco a poco durante la madrugada, y el brigadier De la Iglesia, comandante republicano, huyó. Los días posteriores a la derrota se saldaron con un saqueo general de los carlistas, por lo que este enfrentamiento es también conocido como el saco de Cuenca.

1875
A finales de 1874 se desarrolla el pronunciamiento de Sagunto por el general Arsenio Martínez Campos, que supuso la restauración borbónica en España y el fin del Sexenio Democrático y de la Primera República. El nuevo rey, Alfonso XII, desembarcó en Barcelona el 9 de enero donde fue recibido con gran júbilo, mucho mayor que el que se había dispensado al rey Amadeo I cuatro años antes. El 15 de enero entraba en Madrid de forma «apoteósica» según las crónicas.

A raíz de la restauración de Alfonso XII, el general del ejército del centro dictó un bando concediendo indulto a los carlistas que se presentaran a las autoridades (9). Uno de los que se presentó, fue el mireño Crisanto, aunque las noticias son algo confusas, pues después de ser indultado, los carlistas de la facción de Bonet lo detuvieron y lo pusieron preso en Tuejar, aunque logró fugarse para ser de nuevo arrestado en Requena. En junio de nuevo tenemos noticias del comandante de armas de Mira, de nuevo fue indultado, pero volvió a las filas carlistas como comandante de armas de Camporrobles y Venta del Moro (10). Estas serían las ultimas noticias de este indómito personaje.

El 10 de marzo, por Real Orden gubernamental, el comandante general Manuel de Salamanca fue destinado al Ejército del Centro al mando de la 2.ª División, teniendo como objetivo inicial acabar con los dominios carlistas en Chelva y el collado de Alpuente.  Para este fin durante los meses de abril y mayo visitó varias poblaciones del oeste de Valencia para desarrollar un plan sencillo; fortificar varios pueblos, formar milicias e instalar telégrafos ópticos de su propia invención (11), cuya principal ventaja era la sencillez de su implantación y manejo, utilizando torres existes para colocar un mástil de madera que contenía dos aspas de madera que giraban para componer las señales y enviar la comunicación. Con todo ello se consiguió ocupar Chelva el 19 de mayo. Sin embargo, no del todo contento del control sobre la zona, construyó hasta quince torres ópticas, de Utiel a Liria (12), las torres de Domeño y Losa (13) y diversas obras de ocupación en Chelva. Tras ello, se inició el asalto al collado de Alpuente, siendo conquistado el 19 de Julio. Con ello prácticamente se pacificó la zona y las últimas partidas se fueron rindiendo o serían detenidas. En una de las últimas acciones fueron detenidos el mireño Cipriano Martínez, Joaquim Alberich de Talayuelas, Bonifacio Martínez de Utiel y el famoso comandante de armas de Sinarcas, Francisco Martínez (14).

La provincia de Cuenca; ¿Carlista? o ¿Liberal?
Varias características de la provincia de Cuenca de aquella época, como su religiosidad, su economía altamente agrícola o el clímax tradicionalista que se vivía en los pueblos, pueden hacer pensar que los conquenses podrían sentirse más próximos a las ideas carlistas, sin embargo y a falta de estudios más detallados del conflicto en la provincia, una hipótesis sería que estuvo más generalizada una pasividad o indiferencia, que llevó a una obediencia casi servil ante ambos contendientes para evitar problemas. Aquellos que pudieron sentirse próximos al carlismo, muchos lo harían dentro del llamado carlismo pasivo (15). En relación con esta hipótesis, el general liberal Salazar recorrió en 1874 varios puntos de la provincia de Cuenca, ofreciendo la observación que los pueblos reconocidos como Carlistas, no lo eran en verdad, pues lejos de tener alguna opinión marcada, eran generalmente completamente indiferentes a toda idea política, se ocupaban de sus faenas agrícolas, y obedecían al enemigo aterrorizados por sus amenazas y violencia. En general describió a los conquenses como laboriosos, humildes y obedientes hasta el servilismo, sirviendo a las tropas del gobierno con igual eficacia y voluntad que a los facciosos (16).

Los avances tecnológicos en el siglo XIX y la guerra
La Primera Guerra Carlista fue el último gran conflicto previo a varias revoluciones tecnológicas de mediados del siglo XIX, los treinta años que separan la primera guerra de la tercera, dieron espacio para que innumerables avances tecnológicos crearan nuevas posibilidades. En la época de 1830, varios ejércitos europeos ya habían adoptado las armas de percusión, que eran las sucesoras de las armas de chispa (17), pero los problemas económicos de ambos bandos en España les obligaron a dejar de lado las novedades tecnológicas y a conformarse en utilizar armamento anticuado, en su mayoría de importación. Esto cambiaría en la tercera guerra, lo liberales pudieron tener el armamento más sofisticado de su momento, como el fusil Rémington, un arma de retrocarga de gran éxito por su simplicidad de su mecanismo, robustez y con una velocidad de disparo impensable en la primera guerra. Por su parte el bando carlista, especialmente en el norte, no se puede decir que estuviera mal armado, de hecho, fue la vez que mejor tecnología militar presentó en los campos de batalla. El problema fue la diversidad de bocas de fuego con las que se armaban los batallones y que dificultaba enormemente las labores de aprovisionamiento de munición. Uso preferentemente fusiles franceses Berdan, escopetas Lefaucheaux 1850, fusiles Chassepots 1865, escopetas Ibarra y fusiles Rémington; estos dos últimos fabricados en Éibar, Ermua y Plasencia, y los anteriores comprados por los agentes carlistas en el extranjero (18). 

La invención de la fotografía permitió explorar nuevas posibilidades para ofrecer imágenes de la guerra, sin embargo, no se utilizó en la primera guerra pues todavía tendría que resolverse algunos problemas técnicos y madurar su expansión. Se considera la Guerra de Crimea, entre 1853 y 1856, como el primer escenario donde aparece este género de la fotografía de guerra, con fines de difusión popular masiva. En España, el primer fotógrafo corresponsal de guerra fue el malagueño Enrique Fazio durante la “Guerra de África” en 1859. Durante la Tercera Guerra Carlista varios fotógrafos realizarían un gran número de fotografías, en su mayoría retratos. De las tomas realizadas en exteriores, sobresalen las sacadas por el fotógrafo francés Charles Monney Millet sobre el sitio de Bilbao.


Vista de la ría del Nervión en el primer día del bombardeo durante la tercera
guerra carlista (Bilbao, 21 de febrero de 1874). Charles Monney Millet 

Durante 1834, poco después de comenzar la Primera Guerra Carlista, el ejército liberal construyó una red de 13 a 15 estaciones telegráficas ópticas partiendo de Pamplona, pasando por Logroño y terminando en Vitoria. Desempeñando un papel importante como medio de comunicación por parte de las tropas isabelina en el norte y siendo el medio con que obtuvieron la primera noticia de la herida mortal recibida por Zumalacárregui en junio de 1835. Durante esa misma época, hubo importantes avances tecnológicos en relación con el telégrafo eléctrico, pero eran demasiado iniciales y no tuvieron ninguna aplicación durante el conflicto. Antes que se iniciara la tercera guerra, la península ya contaba una red de telegrafía eléctrica que incluía todas las capitales de provincia y ciudades principales del territorio peninsular, las islas Baleares y Ceuta, teniendo un papel importante durante el conflicto. No obstante, en varios lugares se utilizaron redes alternativas de telegrafía óptica con la finalidad de reforzar o sustituir la red electrotelegráfica, dados los frecuentes sabotajes carlistas que sufrió ésta.

El ferrocarril fue uno de los grandes inventos del siglo XIX, y aunque la primera línea en España se construyó en 1837 en Cuba, no sería hasta mediados del siglo XIX, con la ley general de Ferrocarriles, que se produjo una rápida expansión por todo el país con la construcción de un importante número de líneas. Sería durante la tercera guerra, con una importante red construida, que fue de gran ayuda para el gobierno para mover a sus tropas de manera rápida y eficaz. Al igual que la red electrotelegráfica, fue un objetivo prioritario de sabotaje para los carlistas, pero también fue una herramienta útil para su causa, ya que fue frecuente el secuestro de convoyes para movilizar sus tropas o para actuar por sorpresa.  El ferrocarril Aranjuez-Cuenca fue autorizada a mediados del siglo XIX sin embargo su abertura no se llevó acabo hasta 1883. 

Posible sabotaje carlista en la línea Madrid-Córdoba.
Diciembre de 1874. J. Laurent


BIBLIOGRAFÍA:
1. Narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876, página 07. 1889. Tomo XIV.
2. Narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876, página 53. 1889. Tomo XIV.
3. Narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876, página 88. 1889. Tomo XIV.
4. Narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876, página 100/104. 1889. Tomo XIV.
5. Viana, Miguel Ballesteros. Historia y anales de la muy leal, muy noble y fidelísima villa de Utiel. [aut. libro] Apendices de la historia contemporanea.
6. El Imparcial. 10 Junio, 1874.
7. El Imparcial. 23 Julio, 1874.
8. El Imparcial. 03 Octubre, 1874.
9. La Iberia. 17 Enero, 1875.
10. El Siglo futuro. 24 Junio, 1875.
11. La Correspondencia de España. 03 Mayo, 1875.
12. El Globo. 20 Mayo, 1875.
13. El Globo. 04 Julio, 1875.
14. La Iberia. 08 Septiembre, 1875.
15. La participación política carlista durante el sexneio democrático. El caso de Cuenca. Castañeda, Eduardo Higueras.
16. Narración militar de la Guerra Carlista de 1869 a 1876, página 265. 1889. Tomo XIV.
17. Calvó, Juan L. Armamento portátil en la 1ª Guerra Carlista.
18. González, Enrique Roldán. El corresponsal en España. 50 Crónicas de la Tercera Guerra Carlista.

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